martes, 24 de febrero de 2009

En la orilla del mar




Aquel día junto al mar decidí liberarme de cualquier pensamiento negativo o positivo, incluso de los útiles, necesarios, e imprescindibles para la supervivencia.
Caminaba abstraida por la orilla; me sentía leve y volátil; y quise atreverme aún más: debía ejercitarme en suprimir las sensaciones; así llegaría, tal vez, a lograr ese estado de nirvana próximo a lo espiritual, anclarme en el presente sin espacio ni tiempo. Me esforcé en ignorar la grisura plateada del espejo acuoso, los alientos salobres de la tenue brisa, las puntillas nacaradas que cosquilleaban mis pies; hice oidos sordos a los graznidos de las gaviotas y a las risas de los niños de Sorolla.
Al final del recorrido…sólo mi yo enajenado y el horizonte. El sol buscaba reposo en su lecho anaranjado. Caminé imantada hacia él…
Un vigilante de playa, experto en bañistas con tendencia suicida, me devolvió a la orilla.

3 comentarios:

M.A dijo...

Este relato me parece muy apropiado para enviarlo al concurso de Onda Polígono de Toledo. Creo que es de los que les gustan. Miralo.

Juan Manuel Rodríguez de Sousa dijo...

Lola, es un relato con descripciones muy bonitas y logradas. Felicidades por el trabajo.

Un beso

Juan Manuel Rodríguez de Sousa dijo...

por cierto, mi nuevo blog es este:


http://rodriguezdesousa.blogspot.com/

Sinopsisdelarte ya mismo muere,

Un beso y hazle caso a MErcedes,