Me veo obligado a dejarte. Ya no puedo soportar tus infidelidades. ¡Eres una vulgar ramera!
Yo te quería, es más, aún te quiero; pero te quería solo para mí, llegar el primero hasta tu boca sintiendo el primer sorbo de tu fragancia y apurar hasta la última gota del embriagador jugo de tu cuerpo. ¡Cómo ansiaba el fin de semana! Deseaba ver tu esbelto cuerpo de piel nacarada, tenerte en mis manos, y tocar tu piel suave casi transparente, palpar tus curvas sensuales hasta llegar al cuello, posar mis labios sobre tu boca y recibir el néctar que me embriagaba y enajenaba. Si me gustas por fuera, aún me gustan más tus adentros, te parieron para darme alegría y arrojo. Cuando te conocí lograste que me olvidara de la rutina de mi vida.
Aún recuerdo el primer encuentro. Yo era aún muy joven cuando nos presentaron. Al principio no me gustaste demasiado; eras fría, callada y algo desagradable, pero las alabanzas de mis amigos me incitaron a conocerte mejor.
Poco a poco esperaba con anhelo el día en que nos volvíamos a encontrar en el puerto. Al principio te compartía con mis colegas, era muy excitante. Después te amaba en solitario. Iba a buscarte al salir del trabajo para ir a la cita del viernes. Me gustaba verte con tu vestido nuevo, cada día de un color: opalino, rosado, rojizo, blanco…, yo te ceñía la cintura y te aplastaba contra mi pecho. Te hiciste cada vez más necesaria en mi vida, me acostumbré a ti y me molestaba compartirte con otros. No podía soportar ver cómo te manoseaban mis groseros e infieles amigos, como babeaban sobre tu boca y te ensuciaban el vestido, para luego dejarte exhausta y abandonada en cualquier rincón del sucio suelo y correr a otra boca en las que satisfacer su grosera sed de vicio.
No sé cómo decirte que se acabó nuestro amor, porque creo que te gustaba el mimo con los que iniciábamos nuestra relación, la delicadeza con que te despojaba de tus vestidos, el calor de mis labios que arrancaban el frío de los tuyos, la forma en que te acariciaban mis manos…Quizás sufras con mi abandono pero las autoridades municipales han facilitado mi decisión: hoy, por decreto, será el ultimo día del botellón. Ya no habrá más reuniones en el puerto. A partir de ahora seguiremos nuestro camino en solitario.
¡Que tengas suerte, mi infiel y amada botella!
Yo te quería, es más, aún te quiero; pero te quería solo para mí, llegar el primero hasta tu boca sintiendo el primer sorbo de tu fragancia y apurar hasta la última gota del embriagador jugo de tu cuerpo. ¡Cómo ansiaba el fin de semana! Deseaba ver tu esbelto cuerpo de piel nacarada, tenerte en mis manos, y tocar tu piel suave casi transparente, palpar tus curvas sensuales hasta llegar al cuello, posar mis labios sobre tu boca y recibir el néctar que me embriagaba y enajenaba. Si me gustas por fuera, aún me gustan más tus adentros, te parieron para darme alegría y arrojo. Cuando te conocí lograste que me olvidara de la rutina de mi vida.
Aún recuerdo el primer encuentro. Yo era aún muy joven cuando nos presentaron. Al principio no me gustaste demasiado; eras fría, callada y algo desagradable, pero las alabanzas de mis amigos me incitaron a conocerte mejor.
Poco a poco esperaba con anhelo el día en que nos volvíamos a encontrar en el puerto. Al principio te compartía con mis colegas, era muy excitante. Después te amaba en solitario. Iba a buscarte al salir del trabajo para ir a la cita del viernes. Me gustaba verte con tu vestido nuevo, cada día de un color: opalino, rosado, rojizo, blanco…, yo te ceñía la cintura y te aplastaba contra mi pecho. Te hiciste cada vez más necesaria en mi vida, me acostumbré a ti y me molestaba compartirte con otros. No podía soportar ver cómo te manoseaban mis groseros e infieles amigos, como babeaban sobre tu boca y te ensuciaban el vestido, para luego dejarte exhausta y abandonada en cualquier rincón del sucio suelo y correr a otra boca en las que satisfacer su grosera sed de vicio.
No sé cómo decirte que se acabó nuestro amor, porque creo que te gustaba el mimo con los que iniciábamos nuestra relación, la delicadeza con que te despojaba de tus vestidos, el calor de mis labios que arrancaban el frío de los tuyos, la forma en que te acariciaban mis manos…Quizás sufras con mi abandono pero las autoridades municipales han facilitado mi decisión: hoy, por decreto, será el ultimo día del botellón. Ya no habrá más reuniones en el puerto. A partir de ahora seguiremos nuestro camino en solitario.
¡Que tengas suerte, mi infiel y amada botella!
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