EL OLIVO Y MIGUEL HERNÁNDEZ ( Mi aportación en el acto)
Decir olivo es establecer puentes entre Oriente y Occidente: Asiria, Palestina, Turquía, Grecia, Roma, Argelia, Marruecos, Portugal, España...son algunos de los países que han tenido y tienen este árbol como explotación agrícola. Pero el olivo también ha sido objeto de Leyendas en el mundo antiguo griego y romano. Recordemos que a los atletas vencedores en los Juegos Olímpicos se les coronaba con ramas trenzadas de olivo, costumbre que permanece en la actualidad. Jesucristo entró en Jerusalén y fue recibido con palmas y ramas de olivo. Tal era el símbolo universal de paz y abundancia que el olivo representaba en todas las culturas mediterráneas.
Las culturas mediterráneas están trenzadas a éste árbol que ha sido venerado, cultivado y expandido desde los mismos tiempos en que se originan sus propias culturas: un olivo creció en la tumba de Adán; una pequeña rama llevada en el pico de una paloma anunció a Noé que la tierra volvía a estar seca y habitable, después del diluvio. Jesús de Nazaret, sufrió la agonía en un huerto de olivos ante la proximidad de su muerte que se consumaría en una cruz de olivo.
Musa inspiradora para muchos escritores y poetas del entorno mediterráneo, que han cantado al olivo en sus significados más universalmente extendidos: símbolo de paz, eterno árbol de vida y gloria; se asocia también con la fortaleza y la fecundidad.
Este árbol milenario, “de los troncos retorcidos”, regado con el sudor de hombres y mujeres de muchas generaciones, sufrido, austero, explotado, y generoso en frutos, será cantado por numerosos poetas a través de la historia.
Uno de esos poetas es Miguel Hernández.
En las vísperas de la Guerra Civil española vamos a encontrar un poeta que nos ofrece una visión reivindicativa y revolucionaria del olivo.
Sonreír con la alegre tristeza del olivo,
Esperar, no cansarse de esperar la alegría.
Sonriamos, doremos la luz de cada día
En esta alegre y triste vanidad de estar vivo.
Con estos versos alejandrinos comienza un hermoso poema de Miguel Hernández, en el que el olivo debía significar para él “ánimo inmutable contra la fortuna adversa”, la cual le acompañó, desgraciadamente, hasta su muerte prematura.
El poeta fue destinado al comisariado de guerra en Jaén, durante la Guerra Civil española. Allí funda y dirige una revista “Frente Sur” donde publicó artículos y poemas, entre los que se encuentra “Aceituneros”, escrito en bellísimas y estremecedoras cuartetas. Es una oda de tema social en el que el poeta va a ser el despertador de las conciencias de los hombres del campo y, posteriormente, de la naciente conciencia andaluza.
De todos es conocido este poema, cuyos versos, largo tiempo censurados, los conocimos y amamos los que escuchábamos los discos de Paco Ibáñez, antes y durante la transición democrática. Más tarde, el grupo Jarcha lo popularizó en hermosas coplillas en un disco titulado “Andalucía vive”.
Analizaremos algunas estrofas dado lo extenso del poema.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
En estos versos, de extraordinaria belleza plástica, encontramos la visión integradora de la tierra y el hombre en armonía con el universo, y, sobre todo, la
dialéctica explotador y explotado.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.
Esta estrofa estuvo posiblemente censurada, porque no figura en la discografía de los autores citados anteriormente. La fuerza de sus versos reside en el grito de esas manos reivindicando justicia.
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Miguel Hernández utiliza el verso” os redujo la cabeza” como metáfora de sumirlos en la ignorancia. A la vez es una crítica a la apatía de los jornaleros de Jaén que se resignan a su suerte: “Jaén yacía indiferente a todo, dormido en una indiferencia total…”(M. Hernandez).
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Y termina con esta estrofa “Jaén, levántate brava”, animando a los hombres de Jaén a la lucha por la defensa de lo que es suyo, porque hombres y tierra son lo mismo.
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.